Hoy de repente he tenido una
iluminación, una epifanía. (Me moría de ganas de usar esta
palabra, sí).
He descubierto por qué me da miedo el
amor, igual que la oscuridad o igual que todo aquello que escapa de
mi control, precisamente por eso, porque escapa de mi control y me
hace parecer vulnerable. Y eso no me gusta.
Hace mucho tiempo leí la frase: “Amar
es dar a otra persona el poder para destruirte, y confiar en que no
lo hará” y como yo de confiar soy más bien poco... Prefiero no
dar ese poder a nadie, prefiero tener control sobre mi propia vulnerabilidad, que nadie tenga el poder de destruirme. Por eso me da rabia cuando, en un instante, me doy
cuenta de que alguien lo tiene y preferiría que no lo tuviera.
Haces una elección e intentas vivir fiel a tu estilo pero constantemente te encuentras que, al final, nadie escapa de las garras del amor. Una y otra vez, reiteradamente. Somos todos unos reincidentes.